Todo corre, todo está detenido, todo pasa… todo nos pasa, hasta lo desopilante. Los caminos del aburrimiento, la decepción, el hartazgo y el amor nos pueden conducir a la parte absurda de la vida. Esta primera novela de Manuel Eiras es todo eso y más, lo que es decir, y mucho menos, o pero no eso. Como un moderno Siddharta el protagonista de esta historia recorre los rostros del mundo para contemplarlos desde la admiración y el horror, desde la anarquía, para desde allí salir y proponerse un juego: nada, o ir al baño a hacerla (a esta nada).
Siempre necesitamos un lugar en el mundo donde vivir ese costado sincero e innecesario de nosotros, donde depositar nuestras más profundas angustias sin que nos caven la fosa, o nos tiren al basural. ¿Y qué pasa si ese lugar es la espontaneidad, un gesto, un recuerdo que no llega decirse? ¿Qué ocurre si ese lugar es una fiesta que no se sabe quién la organiza, la presencia del robo, una masacre, una calle, el ojo de dios en una casa tomada?
El juego de Manuel Eiras está lleno de ricos matices, sutilezas y detalles, que van atrapándonos desde un pensamiento que viaja libre hasta un lugar tan íntimo como puede ser la fantasía o el sueño… el patio insepulto de la casa abandonada.
Con Las ganas de ir al baño nos podemos sentir extasiados a veces, al estar mirando la vida de otros, de todos los otros, los vecinos, los protagonistas de una ciudad que no acaba de decirse en toda su decadencia. Ya que Las ganas de ir al baño construye un relato, una forma de decir sobre lo que no alcanza… y lo que siempre corre, y gira detenido, como una calesita rota que salió a rodar con nosotros dentro.
Nicolás Cerruti