Esta nueva obra de Nicolás Márquez, prácticamente, no posee renglón que no resulte polémico. Entre muchas otras temáticas abordadas, el autor afirma y demuestra que durante los años 70 en la Argentina no sólo no hubo ningún "genocidio", sino que tampoco existieron "crímenes de lesa humanidad" ni "terrorismo de Estado" alguno. Del mismo modo, así como (según el autor) tampoco hubo un "plan sistemático de robo de menores" ni fueron "treinta mil" los caídos, desglosando y comparando datos y documentación, Márquez llega a la conclusión de que el número de "desaparecidos" es matemáticamente igual al de terroristas abatidos, Vale decir: salvaguardando excepciones inherentes a toda guerra y metodologías reprochables, el margen de error en el blanco fue virtualmente nulo.
En cuanto al "golpe" de 1976, se demuestra en el trabajo presente que, lejos de haber constituido un hecho político a "espaldas de la gente" (tal como lo quiere disfrazar el régimen a través de la im- posición de "feriados", leyes y discursos absurdos), dicha reacción no fue sino la consecuencia de un masivo, desenfrenado y mayoritario anhelo popular.
Pero Márquez no se detiene en al análisis de los años 70, sino que exhaustivamente enfoca la evolución de los hechos al servicio de la distorsión que se ha venido sucediendo desde 1983 a la fecha. Pues con diferentes niveles de intensidad o velocidad, el setentismo (fenómeno político también aquí analizado) ha pervivido expansivamente en la vida pública, constituyéndose tácita o expresamente en política de Estado. Esta no consiste en la sola imposición de argumentos arbitrarios, frases "talismánicas" y mitos embriagantes (los cuales son desnudados uno por uno en el trabajo presente), sino que cuenta también con profusas apetencias vengativas, políticas, ideológicas y económicas.
Sostiene Márquez que "el drama mayor en el tema que nos ocupa, no consiste en que los años 70 formen parte de un pasaje infructuoso de la Argentina, sino que dicho 'pasado' forme parte del 'presente más inmediato. El problema no es tanto que el mentado período sea hoy contado de un modo deficiente, sino abiertamente mentiroso; el inconveniente no es que dichas mentiras provengan de un partido político, demagogo en campaña, ex terrorista o historietista de coyuntura, sino que el ardid ha sido 'esta- tizado'. Vale decir, el engaño se ha legalizado e institucionalizado. Estamos padeciendo y asistiendo a la mentira oficial".