EI fracaso del crecimiento, del pensamiento y con él, de la vida afectiva, del Inconsciente simbólico y metafórico, quedó truncado en el hombre Psicosomático.
El mundo mental, objetivo humano de la cultura, solo contiene, en estos enfermos, ideas disfrazadas, "objetos no fantasías" que se visten en un esfuerzo de adaptaciones donde el cuerpo registra, somáticamente, el fracaso de la evolución esperada.
La vida del neurótico, la vida misma, el vivir, al aceptar el dolor para crecer, se puebla de mitos; su paradigma es el Edipo. Pero su desciframiento es posible a lo largo del ciclo vital, se desgranan y entrelazan fantasmas del inconsciente que se ponen al servicio de la reflexión, de la creatividad, de la vida psíquica.
Crecer aquí es más fácil. En los psicosomáticos no hay desciframiento, no hay vida psíquica en plenitud. Quedan partículas que se enquistan, mitos que a la manera de historias fantásticas de inmortalidad, de esfuerzo, de idealización son construidas para mentirse y se repiten incansablemente. Sin saber quienes son, reproducen, como en la Medusa mítica, tentáculos que se despliegan como brazos múltiples; ellos son sus preconceptos destinados a "preservarlos" del conflicto. Es una buena metáfora para entender lo no metafórico, este treparse al otro pero sin tomar contacto. La forma de lucha ficticia y estéril contra el interior al que no pueden dar vida es abrirse a mitos de inmortalidad de muerte y de renacimiento, de eterno retorno, de una siempre e igual historia que tiene el don de no dejar entrar un nuevo acontecimiento.
Cada estructura elabora y repite algunas de las viejas historias de la humanidad que destinadas a negar la historia personal, se nos presentan como indicios, cada vez más importantes, para formular la hipótesis de que la herencia filogenética de la humanidad, herencia arcaica que recibe el hombre prehistórico, se encarna en el decir y actuar del hombre psicosomático.