Carlos Tewel nos convoca, desde la presentación de este libro único en su género, a hacernos estas (y otras tantas) preguntas: “¿Qué hacer ante situaciones difíciles de la clínica? ¿Cómo planteamos nuestros objetivos institucionales, y cómo trabajamos con cada niño? ¿Por qué vemos que hay “cada vez más” niños autistas? ¿Cómo afectan el diagnóstico y la sobremedicación? ¿Cómo podemos distinguirnos de las intenciones normalizantes, robotizantes, maquinizantes, que operan sobre estos niños en otro tipo de abordajes?”. Son interrogantes que conducen una clínica, que acompañan un equipo, que arman un proyecto institucional. Son interrogantes necesarios para armar los efectos encontrados en la atención con niños “severamente perturbados”.
Como indica Rubén Dimarco desde el prólogo, este encuentro es logrado y plural: “… la clínica como escrito, los escritos-relatos de la clínica, los escritos de diferentes autores-maestros que exigen lectura, interpelación. (…) Así, la rica producción que se despliega como una verdadera trama en los diferentes capítulos que el lector irá recorriendo, ofrecen la elocuencia, la riqueza del trabajo psicoanalítico, interdisciplinario, a través de diferentes talleres del cuerpo en el entramado discursivo en referencia al Otro y al otro como prójimo, propio de los espacios grupales que el trabajo institucional del Centro Educativo Terapéutico propone: grupo, grupo de niños, grupo de profesionales, grupo de padres, dimensión comunitaria…”.
Un trabajo plural en más de un sentido, dado que está inscripto, como afirma Dimarco, en el deseo… En las “... palabras y los deseos en conjunto: pues tal es la apuesta de este estimulante –en lo teórico, en lo clínico– libro que da muestra de un verdadero tejido”. Trama, tejido, escrito, pluralidad de una clínica en continua apertura hacia la atención de los niños que serán tomados uno por uno. Una clínica entonces, enriquecida, dada la coherencia de su trabajo interdisciplinario.