El tema que convoca este libro intenta poner nombre a una preocupación, invita a pensar en nuevas claves las múltiples relaciones entre educación y estética, poniendo a trabajar conceptos acuñados en distintas lenguas disciplinarias que se resignifican en lecturas en las que la disciplina convive con lo indisciplinado. La idea es abrir exploraciones y desplegar asociaciones que intenten dar cuenta de aquellos aspectos de orden sensible que en la educación y en lo escolar producen efecto de conocimiento, lo cual requiere animarse a incursionar, en más de un sentido y desde más de una perspectiva, en el concepto de estética. A la manera de sucesivas aperturas, los textos reunidos aquí testimonian de lo que en y a través de la educación impresiona, afecta, advierte; también de aquello que en el orden sensible hace impresión, deja huella; finalmente, aluden a los efectos estéticos que se sobreimprimen, dejan su impronta en más de una marca, en la huella sobre la huella que vuelve a la marca otra cosa. Debemos advertir, sin embargo, que este libro, a pesar de su título, no es un libro sobre estética, ni sobre teoría del arte, ni sobre la enseñanza de las artes.
Recurriendo a lo que la estética ofrece como perspectiva, es decir, entendiéndola como fábrica de lo sensible, como institución de un mundo sensible común, se aborda, más allá de las sensaciones y reglas formadoras del gusto, los modos de otro conocer, de repartir/distribuir y de inscribir. Para ello, se atiende no tanto aquello que la escuela comunica como contenido cultural, sino la estética misma de lo escolar en su conjunto, deteniéndose en algunos de sus numerosos aspectos. Por esta razón, la perspectiva estética, explorando la educación, no será equivalente ni sinónimo de educación artística. No porque la enseñanza de y en las artes no contemple una afectación o no sobreimprima unas formas acerca de las cuales la estética no estuviera comprometida, sino porque esto mismo ocurre con todo conocimiento que se ofrece en la práctica educativa. De este modo se sostiene que toda educación se expresa en una estética, pone en juego modos de dividir y compartir lo sensible y lo inteligible, ofrece unas categorías de la experiencia sensible, opera sobre los cuerpos y hace cuerpos, regula emociones e introduce a unos particulares regímenes de experiencia y conocimiento. Así, podrá ser enunciado que la institución educativa y las organizaciones llamadas escuela despliegan una propuesta estética en sus incontables maneras de volver disponible lo pensable.