Berkeley publica el Tratado sobre los principios del conocimiento humano en mayo de 1710, cuando sólo contaba veinticinco años. En esta obra, sin duda la más importante de las suyas, expone los fundamentos de una filosofia inmaterialista, con la intención de revisar las teorías representacionistas de la modernidad, especial mente las de Descartes, Malebranche y Locke. Pone de manifiesto que el suponer que las ideas por nosotros percibidas y el mundo de las cosas sensibles constituyen dos ámbitos totalmente distintos conduce, de manera inexorable, el escepticismo.
Basándose en un nuevo principio, esse est percipi aut el filósofo irlandés llega a la conclusión de que no existe la substancia material y de que todo se reduce, en definitiva, a las mentes (finitas e infinita) y a las ideas-cosas por ellas percibidas. Hay en Berkeley una revalorización del conocimiento sensorial, tan de- valuado por los filósofos racionalistas, lo que no impli ca que rechace otras formas no sensibles de conocimiento.
Berkeley ha sido escasamente leido, y, cuando esa lectura se ha llevado a cabo, ha sido incompleta, vicia- da desde el comienzo al presuponer en sus escritos afir- maciones que no se encuentran, de hecho, en ninguno de ellos. Las objeciones que con frecuencia se le han dirigido son, en su mayoría, consecuencia de ese desco- nocimiento, presentido y temido por Berkeley. Por eso dice: desearía que quien hiciese una crítica a alguna parte, leyese la totalidad de la obra, pues, en caso con- trario, podría suceder que no me entendiese».