Los relatos que Ana Maria Rico nos presenta en A la memoria de Anibal y stres cuentos son de variado tono y diferente estilo, y aunque todos ellos están es critos en un lenguaje llano y cotidiano y sin apelar en ningún momento a gol pes bajos, nos hacen estar atentos a los menores vaivenes de su escritura. porque alli mismo, en esa aparente lisura está el gancho que, a la manera del buen cuento cortazariano, nos deja nocaut con la sorpresa, el efecto, el gui ño que lo transforma en un texto recordable.
Estos textos ponen en la superficie temas que en muchas ocasiones han que dado y quedan en un segundo plano de la atención: aquí van trepando en la masa de la escritura, despojados y fuertes -no exentos de humor, a veces has- ta negro-, hasta transformarse en la carnadura del sentido: la historia recien te de nuestro pais y sus heridas todavía no cicatrizadas, las marcas dejadas por el exilio en aquellos que lo sufrieron y retornaron al pais para rehacer sus vidas; las personalidades desviadas por una educación que ha ido malean dose por una concepción equívocada del amor, de la familia, del orden y de la disciplina. Una galeria de personajes van desarrollando sus particularidades y nos hacen
entrar en su juego que es el meternos en su circulo-siempre suscitando que dejemos ya de olvidar y hagamos el esfuerzo de poner en acto nuestra me- moria para no correr el riesgo de perdernos en la nada-; ese circulo que, gra- cias a una escritura ágil y vigorosa, se nos cierra alrededor sin dejarnos salir hasta que llega el final del relato. Van desgranándose en estos textos, desde los jóvenes revolucionarios de los setentas, pasando por un inolvidable apren- diz de poeta que se arruina sin pausa bajo la égida de un maestro de litera- tura aquejado de conservadurismo y prejuicios, un niño-hombre devenido por mor de crianza en monstruo, un ama de casa que sufre el colapso incons- ciente del paso de la historia reciente por su vida sin poder notarlo, ni siquie- ra percibirlo como un mal definido y fatal, y muchos más que se tornan en- trañables o son rechazados con desprecio por quien los lee. En fin, ciertas co- sas no dichas ni resueltas entre lo que nos parece o sentimos como familiar, que se deslizan en pequeños, casi inaparentes pero gigantescos errores, don- de cobran la riqueza que atrapa al curioso lector.
Humberto Lobbosco