Descripción
Esa es la suerte de los perros, la desnudez constante. Macho o hembra son puro instinto. No construyen género, no construyen cultura. Ladran, sí. Pero no tienen lenguáje. No conocen la palabra desnudez, y no saben que la llevan como bandera, como orgullosa insignia. No conocen la palabra vergüenza, y por lo tanto no la sienten. No están atravesados por un alfabeto, ni por tramas de significantes. No reconocen sintagmas, y su sentido se les escapa. Pero hay una palabra que reconocen, y esa palabra es su nombre. Podemos pronunciarlo con suavidad o gritarlo, y ellos vuelven. Ojalá nuestras relaciones fueran tan sencillas.
Soy como un programador, que utiliza un lenguaje informático para lograr un efecto, una funcionalidad. Pero mi materia prima es otra, va más allá en el tiempo, y por lo tanto trasciende lo binario, lo digital, es anterior, y posee otra fortaleza. Yo no busco crear una aplicación para android, busco una lectura que se transforme en la última lectura para quién la lee.
En esa época el sexo era para mí una de las formas del entretenimiento.