Descripción
Cuando era niño, el escritor mendocino Rodolfo Braceli fue testigo de una experiencia que lo marcaría para el resto de su vida. Un día de pleno invierno, un conocido vecino suyo, sin ninguna razón aparente, se desnudó por completo en la calle y comenzó a llorar desconsoladamente.
De más grande, como una epifanía ese recuerdo comenzó a visitarlo de modo frecuente. Fue entonces cuando reflexionó: «Por más trastornado que se hallara ese hombre, no puede haber una verdad más pura que esa». La repetida evocación trasuntaba —como ninguna otra imagen podría hacerlo— el desamparo existencial más profundo y absoluto, el sentir más íntimo de todo ser humano que haya vivido en este mundo.
Los artículos sobre las pasiones que se editan en este trabajo, han sido escritos con el mismo espíritu que anima a Braceli al contar ese episodio de su infancia; idéntico espíritu es el que también inspiró al poeta que inmortalizó estos versos: «primero hay que saber sufrir, después amar, después partir…». Tiene razón Braceli: no puede existir una verdad más pura que esa.
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