Ludwig Wittgenstein es una presencia constante a lo largo de este libro, es el factor que le brinda unidad, pero -y a pesar de ello el texto se abre a líneas que transitan tanto por debajo de Wittgenstein como encima de su obra. La función wittgensteiniana se deriva de cierta nebulosa e inasible simpatia con su espíritu.

Es incómoda la propuesta de Wittgenstein. Deja a la filosofía sin el poder de brindar explicaciones y de revelar nuevos hechos; le hace imposible un retomo a la oscuridad de la profecia y a la mera y vacía especulación. Llega a ese punto luego de sostener una especie de conjunción entre empinsmo realista y trascendentalismo solipsista.

En el Tractatus Logico-Philosophicus (1921) afirmó la existencia de una relación interna entre pensamiento, lenguaje y realidad.

En esa genial primera obra insistió en la diferencia entre ciencia y filosofía, remarcando que la filosofía no enuncia verdades acerca del mundo, cosa que sí hace la fisica; ni tampoco describe el funcionamiento de la mente humana, como le corresponde a la psicología. Además criticó los programas metafísicos. En conclusión resultó una concepción no cognitiva de la filosofía. Más allá de la verdad o del error, ese trabajo de extraordinaria importancia dominó

las discusiones e inició la autoconciencia filosófica en este siglo. Investigaciones filosóficas (1953), el otro texto genial de Wittgenstein, ofrece una filosofía que, en lugar de tejer misterios, desvanece confusiones sin recurrir a explicaciones o predicciones; con la pretensión de tan sólo describir, las investigaciones conceptuales culminan produciendo efectos explicativos.

Wittgenstein se sabía nadando contra la corriente y a su muerte legó treinta mil páginas. Ellas lo han mantenido a flote y observar, investigar y seguir a Wittgenstein. Ése es el punto de partida de este texto, el cual por momentos parece ir mas allá de algunos límites instituidos. Pero ya que los límites no tienen fin, contribuyen a experimentar diferentes

maneras de pensar, de comprender, de reaccionar, de desafiar y hasta de disfrutar. Como el lenguaje sólo puede decir todo aquello que también podemos imaginar de otro parece innecesario fundamentar la fuerte carga estética que presentan algunos enunciados. Cierta fragmentación es usada como un arma que apunta a lo evanescente, a una promesa quebrada, a unas aseveraciones escépticas.

Claudio Martyniuk, profesor de Epistemología de las Ciencias Sociales y de Filosofía del Derecho (Universidad de Buenos Aires), es autor de Positivismo, hermenéutica y teoría de los sistemas (1994), publicado en esta editorial.