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La pregunta sobre cómo vive una época la pulsión nos podría conducir a la falacia del colectivo donde "no hay sujeto del inconsciente, o bien tomar el guante por su reverso: sí, "hay" en ese colectivo un saber para cada vida. Se aloja ahí el sueño de la excepción neurótica (elogio al vacío en la histeria), la caída de los paradigmas (por el caso diferencial), o la invención de los neológicos (la poética de Macedonio, la despalabra de Beckett). Ese sueño no es el de la infatuación de un Yo, amo creyente en el progreso de la ciencia-capital, sino el de hacer existir a un sujeto creador. Hay un Uno entre todos, inventando un estilo para un buen vivir lo imposible de la pulsión de muerte. Si el deseo del analista es "lo que opera en último término en un análisis es porque permite el empalme del inconsciente con lo real de la pulsión. Ese deseo permite articular el reverso pulsional vida-muerte, como dos caras de una misma moneda. En el cotidiano contemporáneo los cuerpos de los individuos anónimos que marchan en las calles revueltas por la angustia social que generan las biopolíticas, adquieren un nombre en el sintoma particular como lo más propio de cada sujeto, sólo si se los extrae de la masa. Luego, ya en la experiencia analitica, vida-muerte se implican dando un sentido que se juega entre placer-displacer, sufrimiento-satisfacción, porque sin ese goce, que es también el Mal de cada uno, sería vano el universo. Del prólogo de Enrique Acuña
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