La autora construye una clínica y afirma una teoría crucial en el cruce de lo mejor que se produjo en las otras disciplinas con la producción y apropiación de la suya propia. A lo largo de las páginas, transita una mujer para quien las niñas y los niños autores de su propio pensamiento están ahí. Alicia Fernández nos invita a colocarnos en el lugar de los niños para comprenderlos, para adecuarnos a sus posibilidades, a sus necesidades, a sus deseos. Este descentramiento no es inocente y lleva aparejada una modificación sustancial en las relaciones de poder que se establecen entre educadores, padres e hijos.