Francisco de Quevedo (1580-1645) es, para Leopoldo Lugones, "el más noble estilista español", juicio que comparte Jorge Luis Borges cuando afirma que "sigue siendo el primer artifice de las letras hispánicas". Nuestros dos grandes escritores no hacen más que reiterar así una verdad de vieja data, pues ya en el propio siglo XVII Quevedo habría de integrar-junto con Lope de Vega y Góngora-la trinidad máxima de la lírica española de aquel siglo privilegiado. Como bien lo ha señalado Alonso Zamora, de esa trinidad "corresponde a Quevedo el valor doctrinal, serio, grave, de resonancia intelectual y política, amarga visión histórica del diario acaecer". Pero, además de poeta notable, moralista, asceta, amigo del duque de Osuna, diplomático y político, Quevedo fue -y quizá ante todo un eximio prosista. En este terreno sus numerosas obras han sido agrupadas de la siguiente manera: filosóficas, devotas, políticas, de crítica literaria, festivas, satíricas, amén de una novela picaresca. Esta última (El buscón, 1626, titulo incorporado a la Biblioteca Clásica y Contemporánea bajo el Nº 465) y los cinco textos satírico-morales Ilamados Los sueños (1627) que-junto con La hora de todos y la fortuna con seso, escrito hacia 1635-publicamos ahora constituyen la obra más lograda de Quevedo, donde la prosa alcanza su cima de barroquismo. A propósito de estos textos ha escrito Alfonso Reyes que en Los sueños "alcanzó Quevedo esa adecuación de todos sus medios artísticos que hace de ellos la parte más clásica, más definida, más cristalizada, de su obra".