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En el relato histórico, las mujeres han estado representadas desde el discurso de los hombres, digamos que han sido “habladas”, en tanto que su voz “brilla por su ausencia”. Lo curioso es que esto, que puede ser interpretado legítimamente como la represión de la mujer en la historia, también hizo de ella un enigma fascinante. Aunque quizás la historia no haya hecho más que reproducir algo cuyas causas son más profundas o estructurales. En efecto, lo femenino es asociado a “lo desconocido”, a ese “continente oscuro” del que habló Freud, ese lugar lleno de misterio que, al mismo tiempo, “atrae” y “aterroriza” a los hombres … y también a las mujeres. Ic sunt dracones, le dijo Meynert a Freud, a propósito de la histeria femenina. Con la perspectiva que hoy nos dan los avances de la investigación psicoanalítica, podemos sostener que la represión de la voz de las mujeres en el discurso histórico redobla un hecho de estructura, que es la “forclusión” de “La” mujer en el inconsciente, es decir, la ausencia de un significante que diga su esencia. Siguiendo a Lacan, podríamos decir que, en el análisis, el punto que muestra sin dudas la inexistencia de la relación sexual - en el sentido de una relación de complementariedad entre los sexos – es el desconocimiento de lo que en verdad es La Mujer. Su “domicilio” es desconocido, dirá Lacan, salvo por las imágenes que la representan. De modo que no se trata sólo de dilucidar si las mujeres están o no reprimidas, sino de saber si La Mujer lo está. Es decir, si ella es una desconocida incluso para sí misma. Al final de su enseñanza, Lacan generalizó el goce de la mujer diciendo que se trata del goce de todos los seres hablantes. Por lo tanto, este trabajo no trata solo de las mujeres sino de “lo femenino” del goce de cualquiera.
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