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La plaza es nuestra nació, entonces, como libro de combate. No pretendia demostrar una verdad desconocida ni aportar datos novedosos. Su única intención era participar de la lucha ideológica de la coyuntura defendiendo la necesidad de la revolución socialista y de la organización de los revolucionarios, el partido. Su recorrido por las experiencias pasadas buscaba poner de relieve las limitaciones históricas del anarquismo y del reformismo, el fracaso del peronismo y del nacionalismo en general, el callejón sin salida del guevarismo y la viabilidad de una nueva experiencia socialista. Obviamente, se trataba de un debate contra los representantes actuales de esas tendencias: John Holloway, Toni Negri, Luis Zamora y el autonomismo (el nombre preferido de los anarquistas de hoy); la CTA (el más claro ejemplo contemporáneo de reformismo decimonónico); algunas expresiones del movimiento piquetero que luego terminarian plegándose al kirchnerismo en nombre del "nacionalismo popular" (como varios MTDs y Patria Libre); las corrientes piqueteras que, originadas en los restos del PRT de Santucho, defienden todavía la estrategia guevarista.
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