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LA EDUCACIÓN COMO MEDIACIÓN Y COMO INSTITUCIÓNLa educación pertenece a la esfera de las acciones del hombre, que son siempre algo distinto de los meros movimientos de la naturaleza. Y las acciones, porque irrumpen como otra cosa que los movimientos naturales, convierten a los hombres, que son los agentes, en sensatos o insensatos. Si de acciones se trata, como diría Kant, entra en juego otra causalidad que la natural, y el juicio en torno a cómo se debe actuar se autonomiza. En definitiva, los hombres podemos representarnos los fines naturales como bienes, deseables o indeseables, y podemos también representarnos las leyes para actuar, distinguiendo las condicionadas de las incondicionadas. Por eso diferenciamos la educación del mero desarrollo cognitivo, y por eso también diferenciamos la educación del mero destino de las pulsiones. En el fondo, es la educación -como acción, precisamente- la que transforma la mera estructura natural de la inteligencia en desarrollo cognitivo, y el instinto en pulsión. Pero la educación es una acción inserta en una trama de acciones, que son siempre interacciones. La educación pertenece al campo de las prácticas sociales. Más aún, en cierto sentido es la práctica social donde las otras prácticas sociales construyen su sentido, intentan legitimarlo, conformarlo, transformarlo y hasta desecharlo. Destaco este lugar de pertenencia a las prácticas sociales, porque quiero hablar de una crítica de las razones de educar. Poder dar razones, y cambiarlas, y resignificarlas, es quizás lo más admirable de las acciones en la trama de las prácticas sociales. Y poder exponerlas, discutirlas, argumentarlas es quizás una de las mayores responsabilidades que tenemos como educadores. (Cullen, 2004, p.13 y 14)
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