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“…Alicia Sirota nos introduce a este libro con un estudio sobre el sueño y su derivación hacia un hallazgo personal que contribuye a la vez que abre nuevas posibilidades a su comprensión.” Se trata de “una sutil sutura representacional entre lo manifiesto y lo latente, que se presenta como una formación a la que Alicia demomina autoimagen onírica”. El soñante se reconoce a sí mismo en el contenido manifiesto de sus sueños y este acto les otorga función y sentido. El trabajo sobre la autoimagen onírica es seguido por el rico comentario de Miguel Leivi y luego, de la discusión que el mismo suscitó en la institución Testimonios. El segundo trabajo, que podríamos decir que como el de la autoimagen onírica signa la trayectoria de la autora, se refiere a las “objeciones” del niño al lenguaje verbal. El niño no admite de entrada al lenguaje verbal con sus formas ya hechas y obligadas y pone a jugar la palabra en la actividad lúdica; esta peculiaridad determina una marcada especificidad del análisis infantil, en la que se van a ver involucrados el niño y el analista. En el libro se desarrollan otros artículos surgidos de la interioridad de la clínica que es donde funciona la teoría como praxis: “Persona y presencia del analista de niños”, “Neurosis infantil en relación a la vigencia de la teoría psicoanalítica, “Los padre en psicoanálisis de niños: un lugar en la ambigüedad”… Raúl Levín se refiere a “el estilo abierto, hospitalario, receptivo y participativo” de Alicia Sirota, lo cual “despierta en el lector una identificación con problemáticas a la que no desea resignar.”
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