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Cuando Garabombo salió de la prisión encontró a Cerro de Pasco embalsamado por el terror. ¡Salió esquelético pero visible! ¡Volvia curado! En la prisión había comprendido la verdadera naturaleza de su enfermedad. No lo veian porque no lo querían ver. Era invisible como invisibles eran todos los reclamos, los abusos y las quejas. En El Frontón comprendió la veridica causa de su mal. Mudo, con los ojos crecidos, asistia a los debates de los presos políticos. Las polémicas entre apristas y comunistas le sacaron las telarañas de los ojos. Salió curado, pero encontró a Yanahuanca empavorecida. Palpando ese miedo comprendió que sin una sobrehumana fortaleza jamás removería esa cordillera de resignación. -¿Y si fuese invisible? -¿Qué dices? No contestó. Ebrio, saltó sobre su caballo. Galopó, galopó, galopó. Atardeciendo subió a una cumbre, esperó la oscuridad. En el hielo de esa noche, decidió volverse invisible, mejor dicho propagar la herejía de su invisibilidad. ¡Antaño había sido tansparente para las autoridades, hoy sería invisible para todos los hombres! Blindado por su armadura de cristal cruzaría hitos vedados, penetraría a caserios resguardados, convencería a los tímidos, seduciría a los prudentes. El error de su ignoracia sería el arma de su lucidez. Chinche lo había creído invisible durante años. ¿Por qué no aceptaría una transparencia capaz de aniquilar todas las prohibiciones? ¡Esa fuerza remontaria el desaliento! ¡Sería invisible! El mismo difundiría la soberbia impostura, ¡Sería invisible para todos los hacendados y vigilantes del mundo, y transparente, inaprensible, intocable, invulnerable, prepararía una magna sublevación! ¿Qué comunero no secundaría a un hombre que jamás sería campturado? ¿Qué peligro corrían con un ser que a voluntad se disolvía? Amanecía. La aurora y su pueblo de pájaros descendían chillando de las grandes nieves.
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