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Desde que fue inventado por Destutt de Tracy y a partir de su reinvención por Marx y Engels, el concepto de ideología no ha dejado de plantear problemas. Acogido en el lenguaje corriente, ampliamente utilizado por las ciencias humanas, aunque con significaciones muchas veces exclusivas para unas y otras, acosa a la filosofía como una suerte de genio maligno perturbador que le recordaría la impureza de sus orígenes y de sus usos, y su obligación permanente de ser reducido o sublimado. Aún persiste la necesidad de producir una definición coherente. Pero, ¿cómo conseguirlo sin una investigación sistemática, a la vez analítica y epistemológica, que tenga en cuenta la multiplicidad de los usos y que despeje una problemática general, sin eludir por ello la cuestión deL carácter polémico del concepto? Es lo que se ha propuesto Néstor Capdevila al determinar el juego de significaciones pertinentes, aunque potencialmente contradictorias, desplegadas en los análisis históricos, antropológicos o teológicos contemporáneos donde se puede estudiar su funcionamiento. Este abordaje nuevo objeta la tesis acreditada por la tradición sociológica de una modernidad de la ideología, totalitaria o no. Demuestra el valor de un modelo religioso fundado en el concepto de herejía que, al tiempo que reconoce la ejemplaridad ideológica de la religión, no reduce la ideología a la religión. Critica también las definiciones de la ideología que, por afán de objetividad, pretenden purificar el concepto de su aspecto intrínsecamente polémico. Éste hace del concepto de ideología una ilustración ejemplar de la dimensión política de los conceptos de la política.
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