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El libro aborda desde distintos lugares un cierto saber hacer en este terreno pantanoso. Hace signo de la apuesta con los problemas que se plantea no solo alrededor del diagnóstico y sus efectos patologizantes, de la interdisciplina que no se queda en una mera sumatoria de teorías, de las demandas de otras instituciones, del trabajo con los padres. Se ocupa también de no permitirnos el olvido de la apuesta con los adultos que llegan tras años de derrotero o incluso de fijación en esta categoría, para situar que allí también hay mucho por hacer. Y enseña también sobre la importancia del acompañamiento terapéutico y sobre todo el valor conferido a dicha labor. Si el sujeto está en espera, será preciso un movimiento que lo lleve a la posibilidad de un acto por venir. Un acto que abra una puerta donde ésta se cerró, un acto que haga puerta donde ésta nunca estuvo. Fragmento del prólogo de Lujan Iuale Por qué publicar un libro que enhebra el psicoanálisis o, mejor dicho a la clínica psicoanalítica con un significante que no pertenece a su campo: discapacidad? Walter García no ofrece simplemente una pregunta, sino la puerta que abre a los textos que siguen. Es una pregunta que no se deja atrapar, que se escapa, pero que insiste. Un interrogante destinado tanto a quien comienza a escuchar en la clínica psicoanalítica ese ruido que trae la discapacidad, como a quien lleva años haciéndolo. Una pregunta que abre otras: qué dice y qué silencia el significante discapacidad en la clínica psicoanalítica? Qué deshace, qué toca, qué vela, qué bordea? Interrogantes que no buscan resolverse, sino sostenerse y ser habitados. Ese es el trabajo que se advierte en los autores: avanzar sin retroceder con una escritura que enfrenta aquella pregunta inaugural, no para responderla, sino para que resuene como eco y resto. Cada texto se escribe desde una frontera delimitada por ese significantediscapacidad, que toca lo imposible de decir, y que lleva al sujeto del lenguaje a tropezar con el malentendido que lo constituye. Desde allí, cada escribiente habita sus letras sin delimitar campos estables, sino, más bien, produciendo bordes vivos un espacio de encuentro y fricción entre nociones y conceptos dispares. Fragmento del prólogo de Viviana Bálsamo
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