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En el medio psicoanalítico se desarrolla una polémica respecto de la anorexia: ¿se trata de una afección grave con potencial carácter mortal, o de una mera manifestación histérica?Sin dudas la histeria, tan predispuesta a aceptar los avatares de las modas (incluso en el terreno psicopatológico) puede recurrir hoy (pero entre muchos otros recursos) a dejar de comer para “hacerse ver” o para “hacer hablar” de ella. Ciertamente estos trastornos están a la orden del día.El problema grave se presenta cuando el comer “nada” es el único recurso al que el sujeto en tren de separarse de los padres (en tren pues de morir en tanto niños tal como los ritos de pasaje de las antiguas tribus premodernas subrayan incluso con ceremonias funerarias) en la pubertad y adolescencia puede echar mano para hacerse ver y oír en tanto sujeto prometido a la exogamia: tales son los casos que la autora va a tratar y que por nuestra parte hubimos de llamar anorexias veras.Varios fragmentos clínicos del tratamiento de tales anorexias veras nos muestran hasta qué punto los púberes anoréxicos no encuentran otra forma de salir del atrapamiento de figurar como objeto del fantasma de uno de los padres más que habiendo “mancha” en las imágenes editadas para satisfacerlos (a los padres, se entiende, eternizando al púber como niño). Se les hace mancha con ese adelgazamiento potencialmente letal. La autora describe esos fragmentos, su discurso y su eficacia, nos los regala con generosidad, demostrando cómo una escucha analítica (en tanto y en cuanto el púber esté cuidado en su integridad somática por el equipo médico) escucha de ellos y de la familia (que haga que el niño no sienta que está solo en “el baile” en que lo ha metido el malentendido familiar) hace que por fin logre hacerse ver y hacerse oír. Esta escucha por lo general no recurre a la interpretación clásica sino después de un tiempo, potencialmente largo, de intervenciones constructivas en lo real. Donde se dibuja en medio de la transferencia una suerte de “mapa” de la historia del linaje familiar y se diseñan y corrigen los errores en la trama en medio de los cuales el niño en tránsito a la adultez ha quedado detenido.Del prólogo de Silvia Amigo.
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